Entre otras muchas cosas, 2020 fue el #AñoGaldós, con motivo del centenario de la muerte del escritor. Como soy un rebelde (traducción: voy siempre con retraso), yo he empezado a celebrarlo ahora con «Misericordia», una de las novelas más conocidas de Benito Pérez Galdós (su obra cumbre, «Fortunata y Jacinta», la leí hace muchos años, al igual que algunos «Episodios Nacionales»).
«Los dioses no tuvieron más sustancia que la que tengo yo. Yo tengo, como ellos, la sustancia de todo lo vivido y de todo lo porvivir. No soy presente sólo, sino fuga raudal de cabo a fin. Y lo que veo, a un lado y otro, en esta fuga (rosas, restos de alas, sombra y luz) es sólo mío, recuerdo y ansia míos, presentimiento, olvido. ¿Quién sabe más que yo, quién, qué hombre o qué dios, puede, ha podido, podrá decirme a mí qué es mi vida y mi muerte, qué no es? Si hay quien lo sabe, yo lo sé más que ese, y si quien lo ignora, más que ese lo ignoro. Lucha entre este ignorar y este saber es mi vida, su vida, y es la vida. Pasan vientos como pájaros, pájaros igual que flores, flores soles y lunas, lunas soles como yo, como almas, como cuerpos, cuerpos como la muerte y la resurrección; como dioses. Y soy un dios sin espada, sin nada de lo que hacen los hombres con su ciencia; sólo con lo que es producto de lo vivo, lo que se cambia todo; sí, de fuego o de luz, luz (...)».
He reposado la lectura por si mi entusiasmo se desinflaba, pero sigo pensando que «Noche y océano», la novela con la que Raquel Taranilla ganó el #PremioBibliotecaBreve 2020, es una anomalía maravillosa. No es frecuente encontrar un libro así de riguroso e imprevisible, amargo y divertido, lúcido y excéntrico.